El Greco
Hacia 1607
© Metropolitan Museum of Art, Nueva York.
“Toledo en la tormenta” es el otro nombre que recibe este cuadro de vivos colores e impactante cielo, que tiene el sello de Doménikos Theotokópoulos, mundialmente conocido como El Greco (1541-1614). Este pintor de origen heleno dotó a sus cuadros de una fuerte carga espiritual, tal y como dictaba el manierismo y pone de manifiesto esta particular panorámica de la ciudad imperial. En ella, los fuertes contrastes entre las luces y las sombras, entre los fríos y a la vez luminosos colores de la vegetación y los edificios, y la negritud de la tormenta situada a espaldas de la ciudad, representa la lucha entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Esta obra es el primer paisaje aislado de la pintura española y la pincelada suelta y acabada que emplea el artista lo convierte en un cuadro casi impresionista, adelantado a su tiempo. El Greco plasma de manera soberbia la claridad ambiental que se genera al paso de una tormenta, ya que hay suficientes elementos en el lienzo para poder deducir que el nubarrón tormentoso se está alejando de la zona. La lluvia caída –que empaparía el terreno–, junto a la presencia de un aire renovado –más fresco y limpio–, hace resplandecer los distintos elementos del paisaje, al incidir sobre ellos la luz que conlleva la apertura de claros. En el cuadro “San Andrés y San Francisco”, pintado, también por El Greco, en 1595, y que podemos contemplar en el Museo del Prado, encontramos una combinación de colores muy parecida –destacando el verde de la túnica de San Andrés– y un cielo prácticamente idéntico, con los típicos nubarrones de aspecto amenazante.
© José Miguel Viñas
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