Hacia 1880-90
© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza
Uno de los rasgos que caracteriza a la pintura estadounidense del siglo XIX, es la perfección técnica con la que están ejecutados los paisajes, amén de la espectacularidad de muchos de ellos. Los artistas, impresionados por la belleza y la majestuosidad del vasto territorio de EEUU, plasmaron en sus lienzos las maravillas de la naturaleza patria, cuidando al máximo el tratamiento de luz, diferente según el momento del día y la época del año. En este paisaje otoñal pintado por Worthington Whitredge (1820-1910), el artista plasma con gran realismo los serenos bosques de la región neoyorquina de Catskills. Llaman la atención en el lienzo los vivos colores del otoño, los tonos rojos de las hojas de algunos árboles y los verdes de otros y del terreno, intensificados tras la lluvia ocurrida minutos antes en ese paraje. Deducimos esto último por la presencia del arcoíris en el cielo, ya que suele aparecer cuando deja de llover y comienza a lucir el sol, incidiendo la luz sobre la cortina de gotas de lluvia que queda frente al observador, con el astro rey situado a sus espaldas. En la porción de arcoíris representada en el cuadro, no aparecen los siete colores. Este detalle seguramente es debido a que el artista no quiso desviar en exceso la atención del espectador hacia el fenómeno óptico, dado que su máximo interés era la representación del bosque, su policromía y el ambiente de serenidad y armonía asociado al mismo. Con la pérdida deliberada de realismo en ese detalle, Whiteredge logra su objetivo, ya que son los árboles y el estanque de aguas tranquilas en el que nadan unos ánades reales, los principales elementos de la escena, quedando ese arcoíris bicolor relegado a un segundo plano.
© José Miguel Viñas
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