Martín Rico
1872
© Museo Nacional del Prado
FUENTE:
http://www.museodelprado.es
La pintura del paisajista Martín Rico (1833-1908) nos brinda la oportunidad de disfrutar de unos interesantes cielos. Un ejemplo de ello lo tenemos en este cuadro, que ocupa un lugar muy destacado de su legado. Formado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando e influenciado por la Escuela de Barbizon, Martin Rico se especializó en la pintura de paisajes. A ello contribuyó, sin duda, su condición de incansable viajero, tanto por España, como por el resto de Europa. Durante una estancia en Fuenterrabía, en el otoño de 1872, no perdió la oportunidad de retratar el espléndido paisaje que conforma ese enclave de la costa guipuzcoana que linda con Francia. Las nubes que surcan los cielos en esta “Desembocadura del Bidasoa” son indicadoras de la existencia de cierto grado de inestabilidad atmosférica. Las formaciones nubosas que pinta aquí Martín Rico son cúmulos, cada uno de los cuáles aparece como un elemento independiente. Todos ellos forman una especie de tapiz que apenas deja entrever el cielo azul por algunos huecos. Algunos cúmulos aparecen con la base muy oscura, lo que los da un aspecto amenazante. Destacan por su negrura los que se apelmazan en la parte de la derecha, por encima del saliente costero. En palabras de Javier Barón, Jefe del Departamento de pintura del siglo XIX, del Museo Nacional del Prado:
“En el cielo, que ocupa la mayor parte de la superficie del cuadro, las nubes parecen moverse de izquierda a derecha y hacia el primer término por efecto del viento, que inclina también las velas de las barcas, y su protagonismo se acentúa por los toques rosados de Poniente. En la placidez de esta marina, ponen un acento de cierto dinamismo, que aumenta la veracidad de la composición.” Otro de los elementos llamativo del cuadro son las marcas de agua que aparecen sobre la arena, y en las que se refleja el cielo. Javier Barón también nos ilustra sobre este detalle:
“Despojada de todo elemento, la arena fangosa aparece pintada en finos tonos malvas, sobre los que destacan los cuidados verdes claros, con algún reflejo rosa, de los charcos que deja la bajamar.” En resumen, una impecable marina, con no pocos elementos atmosféricos.