Jan Brueghel el Viejo
Año 1596
© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza
Pocas tablas son tan ricas en elementos meteorológicos como esta pintura de Jan Brueghel el Viejo (1568-1625), miembro de una ilustre familia de pintores flamencos, cuya principal figura fue su padre, Pieter Brueguel el Viejo (h. 1525-1569). El hermano de Jan fue Pieter Brueghel el Joven (1564-1638) y su hijo varón –el de Jan–, dedicado también al noble oficio de la pintura, fue Jan Brueghel el Joven (1601-1678). Tras esta breve incursión por el árbol genealógico de los Brueghel, indiquemos que en este óleo se representa una escena bíblica, recogida en el Nuevo Testamento, en la cual Jesús, acompañado de once de sus discípulos, viaja en una barca a merced de un fuerte temporal. Jan no fue el único pintor que representó esta escena en una de sus obras; también lo hicieron otros como Tintoretto (1518-1594) o Rembrandt (1606-1669). El “mar” donde se desarrolla la acción es, en realidad, un gran lago situado en la región de Galilea, en el actual territorio israelí. El también llamado lago de Genesaret o Tiberíades, es el lago de agua dulce más bajo del mundo, ya que se localiza 212 m por debajo del nivel del mar. Hacia el año 20 de nuestra era, Herodes Antipa hizo construir en su orilla occidental la ciudad de Tiberíades –llamada así en honor del emperador romano Tiberio–, prestando, desde entonces, su nombre al lago. Si bien los protagonistas de esta pintura son Jesús y los discípulos que le acompañan en esa pequeña embarcación a punto de zozobrar, la agitación de las aguas y los oscuros nubarrones que cubren parte del cielo son también elementos importantes de la escena. Dominan en ellos los tonos verdosos, azules y grises, lo que contrasta con los vivos colores de los personajes de la barca. Jesús, ajeno a la tempestad, está dormido, mientras que los apóstoles muestran claros signos de angustia ante la peligrosa tempestad que se abate sobre ellos. Justo sobre la vertical de Jesús, en clara alusión alegórica, aparece una pequeña fracción del disco solar. Las tinieblas –el mal– se van abriendo camino, lo que –siguiendo con la alegoría– podría llegar a ocultar el sol por completo, consumándose la victoria del mal sobre el bien. Interesante detalle el de los haces de luz que escapan por la parte inferior del nubarrón. Los colores azulados del cielo tienen su continuidad en las montañas del fondo, mientras que la agitada superficie del lago –rica en matices, como las crestas de las olas o la espuma– aparece de un tono más verdoso, dando bastante realismo a la escena, ya que dicha coloración suele observarse en el mar cuando amenaza tormenta. En primera línea de costa aparece dibujado el castillo dell’Ovo de Nápoles, un lugar que conocía Jan Brueghel el Viejo, ya que estuvo por allí en 1590, durante su estancia en Italia. En la parte superior izquierda de la pintura aparece una zona de cielo iluminado por una culebrilla, que no es otra cosa que una descarga eléctrica generada por la tormenta. La porción de cielo que completa el cuadro, en la parte superior de la derecha, está pintada en una gama de azules que, tal y como se indicó, también se aplica a los elementos del paisaje anexo. Todo ello dota a esa parte del lienzo de una gran uniformidad cromática. Ese mismo tratamiento del color lo encontramos también en los cielos de otra escena costera pintada por Jan Brueghel el Viejo: “La partida de San Pablo desde Cesárea” (1596).
© José Miguel Viñas
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