Textos antiguos y artículos que nos abrirán las puertas de la fascinante historia de la Meteorología.
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La Meteorología
Ricardo G. Capitanelli
Boletín de Estudios Geográficos, nº 6 (1950); pp. 41-68
Este artículo, publicado en 1950, lo divide el autor en tres partes. La primera de ellas es introductoria y define la Meteorología y su campo de estudio. La segunda es la más extensa y cuenta su historia. Inicia ese apartado citando al meteorólogo noruego Sverre Pettersen, quien en 1947 afirmó que en ese momento la Meteorología estaba pasando por una época de transición, convirtiéndose de ciencia descriptiva en ciencia exacta. La tercera parte del artículo la centra el autor en las aplicaciones y la importancia de esta disciplina científica.
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La división del aire en los "Quesiti et inventione diverse" (1546) de Niccolò Tartaglia
Virginia Iommi Echeverría
Dynamis, nº 30 (2010); pp. 197-212
En sus Quesiti et inventione diverse (Venecia, 1546) Niccolò Tartaglia propuso una teoría del lanzamiento de proyectiles centrada en la resistencia opuesta por el aire y su subsiguiente división. La autora piensa que su explicación está inspirada en tres referentes, que aquí se analizan. El primero de ellos es su contemporáneo Vannoccio Biringuccio, quien formuló el concepto de fractura del aire para justificar el estruendo producido por la salida de la bala del cañón. En segundo lugar, se estudia la afinidad existente entre los Quesiti y la idea de resistencia del medio contenida en el tratado medieval De ratione ponderis, atribuido al matemático Jordanus Nemorarius (siglo XIII). Finalmente, se sugiere la consonancia de la exposición tartagliana con los postulados de Juan Filopón (siglo VI) en lo referente a la materialidad del aire y su consecuente perturbación tras el lanzamiento del proyectil.
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El sistema de cuestionarios y relaciones geográficas en el mundo hispánico de la Ilustración. Un procedimiento para obtener y difundir información climática
Juan Alberto Molina García
Llull: Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, Vol. 36, nº 78 (2º semestre de 2013); pp. 307-332.
Durante la Ilustración, el Imperio español alcanzó su máxima amplitud y las instituciones oficiales incrementaron su apoyo a las ciencias. Para defender sus fronteras y ejercer con eficacia el poder político y económico, la Corona necesitaba obtener información precisa de sus territorios, incluida la climatológica y la de otros fenómenos relacionados con el clima. Uno de los procedimientos empleados para ello –el de los cuestionarios y relaciones geográficas– se engendró en el siglo XVI. Fue aplicado por numerosos informadores que obtenían, manejaban y difundían datos de todo tipo. Sus actuaciones se basaban en la división del trabajo, el reparto de cooperantes en diversos lugares, el cumplimiento estricto de unos protocolos homogéneos, el uso de códigos de comunicación comprensibles y el envío de los resultados a las autoridades que tomaban las decisiones. A partir de 1777, los interrogatorios e informes finales incluyeron datos atmosféricos cuantitativos. Pero los registros se efectuaron de forma discontinua y esporádica. Y no siempre se dispuso de instrumentos científicos, ni se tomaron las medidas de las variables meteorológicas (temperatura y presión, generalmente) en las mismas condiciones.
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Neveros de Navarra. Conservación y comercio de nieve y hielo
Antxón Aguirre Sorondo
Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, nº 85 (2010); pp. 5-42
El presente trabajo se estructura en dos partes. En la primera se aborda el aprovechamiento de la nieve y el hielo para diversos fines desde la Prehistoria hasta la Edad Contemporánea. Su explotación comercial y su valor socioeconómico son objeto de un somero análisis. Se describen los hoyos de almacenamiento –los neveros– con sus principales tipologías. La segunda parte de la investigación recoge un censo de neveros en Navarra con pormenor de sus características.
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Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo XVIII. Entre la «anomalía Maldá» y los «ciclos de El Niño»
Armando Alberola Romá, Virginia García Acosta
Contribución al libro colectivo (in memoriam a Isabel Campos Goneaga), “La Pequeña Edad del Hielo a ambos lados del Atlántico. Episodios climáticos extremos, terremotos, erupciones volcánicas y crisis”, editado por los autores. Universidad de Alicante (2021).
Los estudios comparativos sobre el impacto de la Pequeña Edad del Hielo (PEH) en ámbitos distantes entre sí varios miles de kilómetros se antojan imprescindibles para verificar el carácter extremo, variable, irregular y global de esta oscilación climática presente durante los siglos que abarcan la Edad Moderna. Partiendo de recientes esbozos aproximativos al clima de la península Ibérica y Nueva España en el último cuarto de la centuria ilustrada, el objetivo de este estudio consiste en caracterizar de la manera más precisa posible los años ochenta del siglo XVIII, lo que puede resultar un buen banco de pruebas para estudios posteriores.
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La Casa Arbitrio de la Nieve y Hielos del Reino y de Madrid (1607-1863)
Pilar Corella
Mélanges de la Casa de Velázquez, Tomo XXV (1989); pp. 175-197
La Casa Arbitrio de la Nieve y Hielos del Reino fue instituida por Felipe III en la persona de Pablo Xarquiés, catalán, residente y después vecino de la Corte, en Real Cédula de 21 de agosto de 1607, donde se le otorgaba el privilegio para aprovechar e industriar los hielos. Xarquies acometió su empresa con verdadero entusiasmo. Inmediatamente se puso a labrar un pozo en la Corte para hielo. A partir de la Real Cédula de 9 de noviembre de 1683, por la que se confirma la cesión de los derechos de los Xarquiés a la Real Hacienda, comienza una segunda etapa en la historia de este Arbitrio.
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Las primeras bombas neumáticas
E. N. Da C. Andrade
Ciencia e Ingeniería, Año III, Vol. 4 (1958): pp. 90-100
El primer hombre que creó deliberadamente un vacío, y se dio cuenta clara de lo que había hecho, fue Torricelli, discípulo de Galileo. Este había llamado la atención sobre el hecho de que una bomba no podía elevar agua de un pozo a una altura mayor de 18 brazos, equivalentes a 1060 cm. También había señalado que el aire tiene un cierto peso, pero, con toda seguridad, no relacionó entonces el peso de la atmósfera con la altura de la columna de agua.
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Noticias sobre las crecidas del Guadalquivir en Sevilla en la primera década del siglo XVII. Edición de una relación en verso de la «avenida de san Benito» en 1608
Rosario Consuelo Gonzalo García
Studia Aurea, nº 13 (2019); pp. 261-296
El propósito de este artículo es dar noticia bibliográfica de las relaciones de sucesos que informan sobre las inundaciones causadas por el río Guadalquivir en Sevilla en la primera década del siglo XVII. Estas piezas han aparecido en los últimos años en distintas bibliotecas públicas y privadas. También se edita el texto de la relación compuesta por Diego de Brizuela Corcuera, por ser el primer testimonio poético conocido de la «avenida de san Benito» en 1608.
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La inundación de Tortosa de octubre de 1787: extremismo hidrometeorológico, catástrofe y gestión de la emergencia en la fachada mediterránea española durante el siglo XVIII
Armando Alberola Romá
Revista Estudis d'Història Agraria, nº 33 (2021); pp. 99-133
Los días 8 y 9 octubre de 1787, Tortosa sufrió la peor de las inundaciones conocidas hasta esa fecha. La provocaron el gran caudal que llevaba el río Ebro y el fortísimo temporal que se abatió sobre su tramo final y desembocadura. El desastre fue terrible, y la ciudad y su entorno estuvieron sumergidos bajo las aguas durante días. En este artículo se estudian las circunstancias que provocaron este suceso extremo, sus consecuencias, la gestión de la catástrofe por parte de los diferentes responsables político-administrativos y la respuesta del Estado.
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Mirando al cielo
Clima y religiosidad en los siglos XVI y XVII
Manuel Peña Díaz
AH (Andalucía en la Historia), Año XII, nº 44 (ABR-MAY 2014); pp. 18-21
El clima en la Andalucía del Siglo de Oro, en contraste con siglos anteriores y posteriores, estuvo marcado por la irregularidad y el extremismo –tanto en agua como en temperatura–, hasta el punto que las creencias y las prácticas religiosas se vieron condicionadas por estos rigores meteorológicos. Todos, desde el rey hasta el más pobre, invocaban el favor divino ante circunstancias difíciles o desfavorables. Las rogativas más frecuentes eran las que pedían la llegada de lluvias –pro pluvia– y las que solicitaban la calma después de un período revuelto –pro serenitate–. Fueron una práctica cotidiana muy extendida en Andalucía durante los siglos XVI y XVII.
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