Las gotas de lluvia generadas en el interior de una nube no siempre llegan al suelo; en ocasiones, las cortinas de precipitación se evaporan en su totalidad, dando como resultado una particularidad nubosa que en el vocabulario meteorológico recibe el nombre de virga. Estos regueros celestiales pueden ser verticales u oblicuos, dependiendo de que haya o no viento, incluso a veces se descuelgan de la nube adoptando curiosas formas zigzagueantes.
Las virgas son bastante frecuentes en verano, debido a la elevada temperatura y sequedad que tiene el aire en las cercanías del suelo. Las gotas de lluvia y los granizos que generan las nubes tormentosas se evaporan a medida que van atravesando el tramo inferior de atmósfera que separa la base de la nube y la superficie terrestre. El resultado final es lo que conocemos como una “tormenta seca”, que como mucho deja cuatro goterones, acompañados en ocasiones de fuerte aparato eléctrico.
Vistas a lo lejos, las virgas parecen delicados filamentos que se descuelgan de los oscuros nubarrones que acompañan a la tormenta. Observadas a contraluz, su opacidad es significativamente menor que la de la nube donde se originan, especialmente en su tramo inferior, donde los meteoros que las componen terminan evaporándose por completo, difuminándose las cortinas en el cielo.
Las virgas pueden aparecer en siete de los diez géneros nubosos. En el caso particular de los cirrocúmulos (Cc), que son nubes altas formadas en su totalidad por cristalitos de hielo, debido a la elevada reflectividad de éste, están dotadas de una gran blancura y tienen lugar cuando al descolgarse de alguna de esas nubes una pequeña cortina de precipitación, los cristalitos de hielo que la forman se evaporan por completo al atravesar una capa de aire seco situada algo por debajo.
© José Miguel Viñas
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