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Tormenta en una botella


Tormenta en una botella


Cuando en la famosa novela de J. Verne, “20.000 leguas de viaje submarino”, el legendario Capitán Nemo enseña el Nautilus a sus "huéspedes a la fuerza", pone especial empeño en mostrarles los instrumentos meteorológicos que lleva a bordo, entre los que se encuentra un barómetro, un termómetro, un higrómetro y un storm glass, “cuya mezcla al descomponerse anuncia la proximidad de las tormentas”. Veamos en qué consiste este curioso artilugio.

El storm glass, que traduciríamos literalmente como “cristal de tormenta”, es un aparato que permite predecir el tiempo, y cuyo uso se extendió mucho entre los navegantes del siglo XIX, en especial entre los ingleses. Consiste en un recipiente sellado de vidrio, normalmente cilíndrico, relleno de un líquido, mezcla de varios, que permite pronosticar los cambios en las condiciones meteorológicas, sin más que observando la apariencia que va adoptando el citado líquido.

Fue el almirante Robert FitzRoy (1805-1865), durante la expedición científica del mítico HMS Beagle, el que desarrolló este aparato, dando con la mezcla idónea de líquidos para conseguir el fin perseguido. Conviene recordar que FitzRoy fue el primer meteorólogo profesional de la historia, y una de las personas que más contribuyó a popularizar las predicciones meteorológicas. 

Los ingredientes principales que componen la mezcla líquida contenida en el storm glass son agua destilada y etanol, a los que habría que añadir, en menores proporciones, nitrato de potasio, cloruro de amonio y alcanfor. Los cambios en la temperatura del aire y la presión atmosférica provocan cambios en la solubilidad de esa mezcla, lo que da como resultado el aspecto cambiante del líquido. La mayor o menor turbiedad o la presencia o no de escamas, cristalitos o estructuras filamentosas puede identificarse, tal y como estableció el propio FitzRoy, con determinados cambios de tiempo para las próximas horas.

El líquido claro, sin impurezas, es indicador de cielos azules y ambiente soleado, mientras que si empieza a enturbiarse, se nublará, con posibles lluvias. Si en el seno del líquido aparecen pequeñas motitas, puede esperarse bruma o niebla, y en cuanto a la nieve, su posible llegada –estando el día claro– es delatada por la presencia de pequeñas plumas blanquecinas, similares a las que a veces forma el hielo. Si esos mismos cristalitos surgen con el líquido turbio en vez de claro, entonces lo que tendremos será tempestad o tormenta. 


© José Miguel Viñas

Permitida la reproducción total o parcial de este texto, con la única condición de que figure el nombre del autor y la fuente: www.divulgameteo.es




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