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Rocío mañanero


Rocío mañanero

Con la llegada del otoño, la duración de las noches se va alargando y, en consecuencia, empezamos a experimentar cada vez más fresco tras la puesta de sol, convirtiéndose en frío ya durante la madrugada y primeras horas de la mañana. Una de las cosas que provoca el descenso nocturno de la temperatura es la formación del rocío. Rosarios de pequeñas gotas de agua aparecen sobre las hojas de las plantas y demás elementos vegetales situados al ras de suelo


Para que se forme rocío, el aire debe alcanzar la saturación, un proceso similar al que ocurre cuando se forma una nube. El aire tiene una capacidad limitada de contener agua en estado de vapor, lo que en Meteorología se conoce como tensión saturante. Alcanzado ese límite, el aire se satura y empiezan a formarse las gotitas de manera espontánea, depositándose sobre cualquier objeto que sirva como soporte. Con bajas temperaturas y un elevado contenido de humedad la condensación del vapor de agua ambiental se ve favorecida.

Aunque la humedad ambiental al caer la noche no sea excesivamente alta, la pérdida de calor del suelo que acontece durante las noches de otoño o primavera es capaz de provocar la formación de rocío al despuntar el alba. Esas perlas efímeras que con los primeros rayos de sol, rasantes, brillan como pequeñas luminarias, aparecen preferentemente sobre la cubierta vegetal, como el césped de un jardín o los pequeños arbustos y plantas situadas en él, ya que la evapotranspiración que tiene lugar sobre sus superficies foliares, aporta el vapor de agua necesario para saturar el aire en su entorno más cercano. Como consecuencia de ello, aparecen las pequeñas gotas de rocío depositadas sobre las briznas de hierba, las hojas y los pétalos de las flores.

Basta con que una noche haga un poco más de frío que las anteriores o que el aire sea algo más húmedo –por ejemplo, tras el paso de un frente que hubiera dejado lluvias– para que tengamos al amanecer una rociada de esas que nos mojan el calzado y los bajos de los pantalones cuando caminamos por el campo. Cuando las condiciones de saturación se extienden muy por encima del suelo (decenas o incluso algún centenar de metros), entonces se forma directamente una niebla, en cuyo caso las gotitas de agua flotan también en el ambiente, lo que reduce la visibilidad.

Para poder pronosticar con antelación la formación de una niebla, resulta muy útil conocer el dato de la “temperatura del punto de rocío”. Dicha temperatura es aquella a la que tendría que estar el aire para saturarse. Cuando, de madrugada, en un lugar la temperatura baja hasta igualar o quedar por debajo del punto de rocío, entonces las posibilidades de que se forme niebla son elevadas. Comparando el valor de la temperatura mínima prevista con el del punto de rocío, podemos saber la tarde anterior si el día siguiente a primeras horas tendremos niebla. En caso de que la temperatura mínima quede cerca del punto de rocío, pero no llegue a igualarle o a quedar por debajo de él, no tendremos niebla, pero la formación de rocío sí que estará garantizada.


© José Miguel Viñas

Permitida la reproducción total o parcial de este texto, con la única condición de que figure el nombre del autor y la fuente: www.divulgameteo.es




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