El hielo, en ocasiones, puede adoptar unas formas sorprendentes, capaces de desconcertarnos cuando tratamos de averiguar la causa que dio origen a semejante aspecto. Tal es el caso de esta pluma de hielo formada sobre la hojarasca de un bosque navarro. Lo que a primera vista parece ser una pluma de ave, es en realidad una compleja estructura cristalina, formada por delicadas barbas de hielo de una finura extraordinaria.
La fotografía me la mandó Gloria Latasa, geógrafa y gran conocedora de las condiciones invernales en media y alta montaña. Me cuenta Gloria que en sus numerosas marchas por los montes vascos y navarros nunca se había encontrado con una forma de hielo parecida a ésta. La imagen fue captada en el monte Abartan (1.095 m), en el precioso Valle de Baztán (Pirineo Navarro), el 15 de febrero de 2009 hacia las 10 de la mañana. Aquel día dominaba en la zona una situación anticiclónica, con una temperatura que rondaba los 2 ºC en el momento en que se tomó la foto.
En palabras de Gloria, “realmente fue una mañana fría, con inversión térmica, mares de nubes, escarcha y regatas heladas en algún tramo más arriba. No vi cencellada (la helada se quedaba en el suelo, no afectaba al resto de la vegetación). Eso sí, las plumas [pues Gloria y su acompañante fotografiaron varias] se encontraban en el interior de un bosque de hayas, muy por encima del mar de nubes y donde no vi ninguna otra señal de hielo.” Preguntada por mi sobre el grado de dureza de esas plumas, me decía que no eran duras, deshaciéndose si se tocaban.
La clave en el proceso de formación de esta escarcha tan peculiar, cuyos delicados filamentos recuerdan bastante a la fibra de vidrio, es un importante contenido de humedad en el aire y la presencia de algo de viento sobre el terreno; lo suficiente como para desplazar lateralmente vapor de agua y favorecer su deposición en forma de hielo. Lo más seguro es que durante las últimas horas de la madrugada de aquel día –unas horas antes de sacar la fotografía– con una temperatura de algunos grados por debajo de cero, la inversión térmica estuviera situada ligeramente por encima de la cota donde se localiza el hayedo, aunque la presencia de algo de viento de componente Este (dato que también me facilitó Gloria) impidió allí arriba la formación de niebla. Lo que sí que debió hacer ese vientecillo es ayudar a la sublimación del vapor de agua (paso directo de vapor a hielo) sobre determinados elementos –muy localizados– cuya orientación respecto al pequeño flujo debió resultar decisiva en el proceso de deposición del hielo.
En mi opinión, factores de índole local, como los apuntados, contribuyeron a la formación de algunas plumas de hielo como la de la fotografía. La Naturaleza siempre tiene la capacidad de sorprendernos, regalándonos a veces formas tan caprichosas –en este caso tan familiares– como una delicada pluma, constituida toda ella por hielo. Mirando al cielo, en ocasiones se forma un tipo de cirro (cirrus vertebratus) que adopta una forma parecida. No debe extrañarnos, pues ambos elementos comparten una forma de crecimiento similar.
© José Miguel Viñas
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