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Pilar de sol


Pilar de sol


Durante las salidas y las puestas de sol, el cielo es muy rico en matices y en fenómenos ópticos atmosféricos, cuya explicación científica siempre reconforta. A veces, cuando el sol está a punto de ponerse, acaba de salir o se encuentra ligeramente por debajo del horizonte, se proyecta hacia arriba una columna luminosa, que en ocasiones alcanza una altura considerable. El llamado pilar solar es en realidad un haz de luz reflejada por una miríada de cristales de hielo.

Los pilares de sol suelen extenderse entre 5 y 10 grados de arco por encima del disco solar y rara vez alcanzan más de 20º. Los de luna presentan el mismo aspecto, pero la mayor proximidad de la fuente al observador permite un mayor tamaño, algo similar a lo que ocurre con la luz procedente de una farola. En este último caso, el pilar generado puede alcanzar hasta 90º, y elevarse, por tanto, hasta el cenit.

En latitudes medias, los pilares de sol aparecen casi exclusivamente en los meses invernales, al ser cuando hace más frío y la presencia de cristalitos de hielo en el aire es mayor. Con frecuencia, son alargados y brillantes tras la puesta de sol; además, se desplazan hacia el norte (hacia el sur en el Hemisferio Sur), siguiendo el movimiento del sol por debajo del horizonte, siendo visibles hasta entre 30 y 60 minutos después de que el disco solar ha sido ocultado por el horizonte local. Su tonalidad es variable, ya que, al ser luz reflejada, adoptan el color de la luz incidente. Cuando el sol queda aún a cierta altura sobre el horizonte, las columnas de luz resultantes son blancas o amarillentas; mientras que si el astro rey queda muy cerca ya del horizonte, entonces el color del pilar pasa a ser anaranjado, dorado o rojizo.

Los cristales de hielo con forma de placa o de columna hexagonal proporcionan una excelente superficie reflectora de la luz. Ambas, placas y columnas, se encuentran en las nubes de hielo (cirrus o nubes del género alto-) o también en las cortinas de nieve que se desprenden de la base de una nube, dando lugar a una virga. Dependiendo de cuál sea el rango de temperaturas, el crecimiento del hielo es diferente, formándose los distintos tipos de cristales. Por ejemplo, la formación de placas hexagonales se ve favorecida a temperaturas de entre 0 y -4 ºC, y también en el rango que va de -10 a -20 ºC. Las columnas, también hexagonales, se forman a temperaturas de entre -5 y -8 ºC y también por debajo de -25 ºC.

Cuando el tamaño de las placas es inferior a 15-20 micras de ancho, caen al azar a través del aire, pero si son algo más grandes, entonces se orientan todas por igual, enfrentando su mayor superficie al suelo, de manera parecida a como lo hace la hoja de un árbol al caer. Las placas de aproximadamente 1 milímetro de largo, alinean su eje mayor perfectamente con el plano del horizonte durante su caída, dando como resultado pilares de sol estrechos y brillantes como el de la fotografía .

Las columnas de hielo más grandes también caen alineadas, con su eje longitudinal paralelo a la superficie terrestre. En su caída están dotadas de una ligera rotación, que podríamos identificar con el giro de las palas de un helicóptero, aunque a mucha menor velocidad angular. Si el alineamiento del cristal se desvía ligeramente de su perfecta alineación, el pilar resultante se ensancha y puede quedar desplazado con respecto a la fuente luminosa.

Cuando entre dicha fuente luminosa –el sol en nuestro caso– y el observador tenemos un enjambre de columnitas y placas en “formación de vuelo”, los cristales de hielo actúan como pequeños espejos que reflejan la luz bajo un determinado ángulo, lo que da como resultado el pilar solar. La luz incide tanto en las superficies superiores como en las inferiores de los cristales, y también una fracción de ella es capaz de atravesar las minúsculas estructuras de hielo.

La amplitud, la forma y la ubicación de un pilar de la luz dependen del tipo y de la orientación de los cristales de hielo, su altura en el cielo, la distancia del observador y la altura de la fuente luminosa. Las placas de hielo, en general, sólo dan lugar a pilares visibles sobre el terreno cuando la altura del sol sobre la línea del horizonte no supera los 6º de arco. La luz reflejada en las columnas de hielo puede dar lugar a pilares visibles cuando el sol está más alto, aunque rara vez cuando se sitúa a más de 20º sobre el horizonte.

Comentar, por último, que cuando el sol es muy bajo en el cielo (1 ó 2º a lo sumo sobre el horizonte), se pueden producir reflejos en la superficie inferior de la miríada de cristales alineados. En tal caso, los pilares resultantes son muy estrechos y su sutil estructura puede llegar a desvanecerse en medio de la brillantez del dorado o carmesí amanecer o atardecer.

NOTA: Principal fuente consultada: “The Weather Doctor” (www.islandnet.com/~see/weather/doctor.htm)


© José Miguel Viñas

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