El sol de Canarias, al que consideramos –junto a la suavidad de las temperaturas– la principal seña de identidad climática de las Islas Afortunadas, no es aplicable por igual a todo el archipiélago. Con frecuencia, los cielos azules del sur de las islas de mayor relieve, como Tenerife o Gran Canaria, contrastan con la presencia de una capa nubosa en las laderas de barlovento que jalonan las vertientes norteñas, presentando allí el cielo un aspecto plomizo muchos días al año.
A ese techo de nubes de tonalidad grisácea, que, especialmente en verano, tienen sobre sus cabezas los habitantes de Las Palmas de Gran Canaria y de otras localidades del norte de las Islas Canarias, lo llaman los lugareños “la panza de burro”, en clara alusión al color del pelaje abdominal del citado animal, de parecido aspecto al que presenta el cielo. Los calores estivales se ven en parte amortiguados gracias a dicha nubosidad, ya que actúa como una pantalla solar, contribuyendo a refrescar algo el ambiente.
Los responsables de que ese manto nuboso cubra tan a menudo la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y otros sectores de las islas orientados al Norte y Este son los vientos alisios y la presencia de una inversión de subsidencia. Al quedar el archipiélago canario situado en la zona de influencia del anticiclón de las Azores, sobre la vertical de las islas se producen habitualmente grandes descensos de aire (en el esquema clásico de un anticiclón, el aire desciende en su parte central y al llegar al suelo en su parte periférica tiende a escapar de él, adoptando los vientos una circulación en el sentido de las agujas del reloj en el Hemisferio Norte). Al estar las Canarias ubicadas en el flanco sur del citado anticiclón, los vientos que con mayor frecuencia soplan allí son los alisios del NE.
El aire al descender por la atmósfera se va comprimiendo (pues la presión es mayor cuanto más cerca estemos de la superficie terrestre), y como consecuencia de ello se calienta. Los alisios que soplan en Canarias son los encargados de mantener el aire siempre fresco en la parte más baja de la atmósfera, con un importante contenido de humedad debido a la presencia del océano. La inversión de subsidencia se forma al quedar confinado el aire fresco por debajo de la masa de aire más caliente, situada en niveles más altos de atmósfera. Dicha inversión –de altura variable a lo largo del año y también de unos días a otros– es la que marca el tope superior de la capa de nubes responsable de la panza de burro.
En la formación de esa capa nubosa juega un importante papel el imponente relieve insular. Las escarpadas montañas canarias fuerzan a ascender al aire húmedo que empujan los alisios, y en dicho ascenso logra enfriarse lo suficiente como para condensarse el vapor de agua contenido en él y formarse la nubosidad. Mientras que por encima del estrato nuboso se puede disfrutar del espectacular mar de nubes, por debajo la panza de burro deja un día gris, estando con niebla –ocasionalmente con lluvia– en la zona de contacto de la capa de nubes con el terreno (a media altura en las montañas).
Las capas de nubes no son algo exclusivo de Canarias, si bien allí el régimen de alisios contribuye a su aparición durante muchos días al año. En la terminología popular, aparte de la expresión “panza de burro” (panzaburro), encontramos también la equivalente “panza de burra” (panzaburra), con idéntico significado, si bien en otras zonas de España, como la comarca manchega de
© José Miguel Viñas
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