Las nubes no son el único elemento del paisaje atmosférico que observamos cuando alzamos la vista al cielo. Con frecuencia, el vuelo de uno o varios pájaros capta nuestra atención, especialmente cuando una bandada de ellos se desplaza en perfecta formación sobre nuestras cabezas, lo que obedece a una estrategia colectiva de ahorro energético en sus viajes migratorios. La forma de flecha o de V es adoptada también por la cabeza del pelotón durante una prueba ciclista.
Dicha forma les proporciona, tanto a los pájaros como a los ciclistas, una ventaja aerodinámica que les permite desplazarse a la misma velocidad que si lo hicieran en solitario, pero reduciendo considerablemente el gasto de energía. En el caso de las bandadas de pájaros, cada miembro del grupo recibe un empuje adicional sobre sus alas debido a las ascendencias de aire generadas por las alas de sus vecinos. Se ha podido comprobar cómo en una bandada de pelícanos cada uno de ellos bate las alas con menor frecuencia que cuando vuelan solos, planeando durante más tiempo. Dicha circunstancia es la que permite a muchas aves desplazarse unas distancias tan enormes.
En sus largos viajes migratorios, los pájaros también se sirven de las térmicas (corrientes ascendentes de aire), lo que les permite elevarse algunos centenares de metros sin apenas esfuerzo. Así actúan, por ejemplo, las grullas. En 1979, un par de naturalistas suecos hizo un seguimiento desde una avioneta de un grupo de estas aves durante 3 horas; tiempo durante el cual las grullas recorrieron
Siguen, no obstante, desconociéndose bastantes cosas acerca del comportamiento migratorio de los pájaros. La falta de luz, más que el cambio en las condiciones ambientales, parece ser la principal causa que moviliza cada año a infinidad de pájaros, que deciden cambiar temporalmente de lugar de anidación. Las aves ibéricas esquivan los rigores invernales desplazándose hacia el sur, a territorio africano, si bien en los últimos años algunas han decidido no viajar. La presencia de alimento seguramente es la principal razón por la que, en pleno invierno, no es raro observar alguna cigüeña en alguno de los enormes nidos que coronan las torres de los campanarios.
Los pájaros, en ocasiones, se desplazan formando impresionantes bandadas de muchos miles de individuos, que llegan a oscurecer una importante fracción de bóveda celeste. Resulta curioso observar los bruscos cambios de dirección que, al unísono y de forma sincronizada, adoptan todas esas aves en vuelo, formando curiosas estructuras retorcidas que parecen estar dotadas de vida propia. En Dinamarca, un par de veces al año, se congregan del orden de 300.000 estorninos, danzando en el aire y formando lo que se ha dado en llamar “sol negro” (sort sol). En un orden animal inferior, las nubes de mosquitos y de otros insectos adoptan un comportamiento colectivo parecido.
© José Miguel Viñas
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