Las nieblas típicas del invierno adquieren este aspecto tan espectacular a vista de pájaro, al situarnos por encima de ellas, desde lo alto de una montaña. Se trata del mismo efecto que se consigue cuando ascendemos en avión un día nublado y se rebasa la parte alta de las nubes. A ras del suelo, el aire que se acumula en los valles y mesetas ibéricas durante las frías noches invernales se satura con facilidad, lo que provoca la formación de gotitas de niebla.
La niebla no es más que una nube de tipo estrato, cuya base coincide con el terreno y cuyo espesor apenas alcanza unos pocos centenares de metros, por lo que ganando altura conseguimos escapar de ella y observar el mar de nubes. Ese manto nuboso marca exactamente el nivel que alcanza el tope de la inversión térmica que acompaña a la niebla, alcanzándose valores de temperatura más bajos por debajo de él que por encima; justo lo contrario de lo que suele pasar en la atmósfera.
Una de las zonas de España –posiblemente del mundo– donde la presencia del mar de nubes es más común es el archipiélago canario. La responsable de que desde zonas altas de las Islas Canarias se pueda disfrutar con regularidad de espectaculares mares de nubes es la capa de inversión del alisio. Los vientos alisios (del NE) que soplan en Canarias, al trasladarse sobre las aguas frías que rodean el archipiélago, dan lugar a una capa de aire húmedo muy estable y uniforme sobre la que se sitúa otra más cálida y seca, que sería la de inversión del alisio. Ésta actúa como tapadera, impidiendo el desarrollo de la nubosidad por encima de ella y marcando exactamente el tope que alcanza el mar de nubes. La altura de la inversión oscila entre los 1.600-
El mar de nubes de la fotografía no fue captado en Canarias, sino desde el Puerto de Canencia (1.564 m), en la Sierra de Guadarrama, divisoria natural entre la Meseta Norte y Sur de la Península Ibérica. El 21 de enero de 2006 fue una jornada de tiempo típicamente anticiclónico en la Península, lo que se tradujo en la presencia de grandes bancos de niebla cubriendo desde primeras horas ambas Mesetas. El autor de la fotografía, José Antonio Quitantes, eligió esa privilegiada atalaya para fotografiar de esta guisa tan bonito mar de nubes.
Su apariencia marina, con las crestas nubosas dando forma a una especie de oleaje, es debida a la incidencia rasante de los primeros rayos de sol de la mañana, y nos recuerda la condición de fluido que tiene el medio atmosférico. Durante las horas centrales del día, cuando la incidencia de los rayos solares gana verticalidad, desaparecen las sombras y el deslumbrante mar de nubes se asemeja bastante a un manto de algodón no excesivamente ondulado.
© José Miguel Viñas
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