Dedicaremos esta pequeña entrada a una lluvia muy especial. Si bien el origen del fenómeno es astronómico, podemos calificarlo también de meteorológico, ya que tan singular precipitación tiene lugar en el seno de atmósfera. Si fijamos nuestra atención en el cielo estrellado, cualquier noche del año seremos capaces de ver alguna estrella fugaz; ocasionalmente podremos observar una lluvia de ellas, y de forma excepcional un auténtico chaparrón o tormenta.
Aunque nos referimos a esas trazas luminosas como estrellas fugaces, en realidad se trata de minúsculas partículas de polvo interplanetario que ionizan el aire a su paso, al atravesar las capas altas de la atmósfera.
Las lluvias de estrellas tienen lugar varias veces al año, en fechas aproximadamente fijas del calendario. Esta última circunstancia es debida a la precisión matemática –y por ende predecible– con la que la órbita terrestre cruza las órbitas de distintos cometas. Una de las lluvias más conocidas es la de las Perseidas, conocida también por el curioso nombre de “lágrimas de San Lorenzo”. Dicha nomenclatura comenzó a utilizarse en el siglo XIX, ya que por aquel entonces su máximo (cuando la frecuencia de trazas luminosas en el cielo es mayor) coincidía con la noche del 10 al 11 de agosto (San Lorenzo celebra su onomástica el 10 de agosto). En la actualidad, la fecha en que se alcanza dicho máximo se ha desplazado al 12 de agosto, debido a las perturbaciones gravitatorias a las que periódicamente se ven sometidos los cometas –y la cohorte de partículas de polvo y gases que forman su estela– en su recorrido interplanetario.
El nombre de Perseidas es debido a que dichas estrellas fugaces parecen surgir de la región de la bóveda celeste donde se localiza la constelación de Perseo. En el mes de noviembre tiene lugar otra de las lluvias de estrellas más conocidas: las Leónidas. En este caso, su radiante –nombre técnico usado por los astrónomos con el que se conoce al lugar del firmamento del que parecen provenir las trazas luminosas de una determinada lluvia estelar– está en la constelación de Leo. Volviendo a las Perseidas, las partículas de polvo que las generan son restos del cometa Swift-Tuttle, que completa su órbita alrededor del sol cada 134 años. Cada vez que llueven estrellas sobre su cabeza, sepa que
© José Miguel Viñas
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