Los días secos y calurosos de verano son la época del año más propicia para la formación de remolinos de polvo sobre el terreno. Los conocidos como “diablos de polvo” (dust devil) alcanzan a veces una altura considerable, siendo capaces de generar a su alrededor importantes rachas de viento. Estos vórtices, cuyo aspecto nos recuerda bastante al de un tornado, reciben diferentes denominaciones tales como tolvaneras o brujas, al margen de localismos (revolvín, fogata de viento...).
Podemos definir una tolvanera como una corriente de aire ascendente en rotación de tamaño muy variable. Aunque la mayoría de ellas son muy pequeñas y efímeras –de apenas medio metro de diámetro, unos pocos metros de altura y menos de un minuto de duración–, en ocasiones el “diablo de polvo” puede hacerse muy grande, intenso y duradero en el tiempo, alcanzando un diámetro de varias decenas de metros, elevándose hasta
Los diablos de polvo se forman cuando el aire caliente cerca de la superficie se eleva rápidamente a través de un aire más frío situado justo por encima. Si las condiciones son las adecuadas, la corriente ascendente comienza a girar, a lo que contribuye el llamado “efecto de Coriolis”, inducido por la propia rotación terrestre. Como el aire asciende de forma súbita, la columna de aire caliente se estira verticalmente provocando la intensificación del efecto rotatorio por el principio físico de la conservación del momento angular.
Una tolvanera sería como una chimenea a través de la cuál se desplaza aire caliente, tanto hacia arriba como girando a su alrededor. A medida que el aire caliente se eleva, se enfría, pierde su flotabilidad y, finalmente, deja de ascender. De esta manera, comienza a descender por la parte exterior del núcleo del remolino. Este aire fresco equilibra al aire cálido en rotación de la pared exterior, manteniendo el sistema estable. El diablo de polvo es capaz de automantenerse según evoluciona sobre un suelo fuertemente recalentado (preferentemente un terreno yermo, desértico o asfaltado). Como el aire extremadamente cálido que hay junto a él es canalizado hacia la parte alta del embudo, el aire más fresco de los alrededores termina siendo succionado. Cuando esto ocurre, el diablo de polvo se disipa en cuestión de segundos. Esto sucede cuando su desplazamiento no es lo suficientemente rápido o cuando atraviesa una zona de terreno donde las temperaturas a ras de suelo son algo más bajas.
© José Miguel Viñas
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