Observadas a vista de pájaro desde la ventanilla de un avión, las nubes sueltas situadas bajo nosotros proyectan sus sombras sobre la superficie terrestre. Si el sol está alto, incide sobre ellas más verticalmente y las sombras resultantes reproducen fielmente las formas originales, mostrando hasta el más mínimo detalle de sus contornos. Quizás se haya preguntado alguna vez si el tamaño de esas sombras es mayor o menor que el de las nubes que las generan.
La opacidad de una “nube de algodón” (de tipo cúmulo) impide el paso de la luz del sol, por lo que genera bajo ella un cono de sombra cuya intersección con la superficie terrestre da como resultado la sombra que observamos. Se tiende a pensar, equivocadamente, que dicho cono de sombra se ensancha a medida que se desplaza hacia abajo, cuando en realidad ocurre es todo lo contrario, ya que el la fuente luminosa –el sol– al no ser puntual genera un cono de luz que converge en el objeto (la nube en este caso) y que tiene su continuación en el citado cono de sombra.
En la década de 1930, el escritor ruso Yákov Perelmán publicó una serie de libros de divulgación científica que tuvieron una gran aceptación. Uno de ellos lleva por título “¿Sabe Vd. Física?”, y en el capítulo dedicado a las cuestiones relativas al sonido y a la luz, calcula las dimensiones que tendrá la sombra de una nube situada a 1.000 metros de altitud sobre la que incide la luz del sol bajo un ángulo de 45º. Haciendo uso de un poco de trigonometría Perelmán deduce que si la nube mide menos de 12 metros de diámetro, su sombra no llegará a alcanzar la superficie terrestre. Para el caso de una nube de mayor tamaño (situada a esos 1.000 metros de altitud), proyectará su sombra completa sobre el suelo o el mar, siendo dicha sombra 12 metros más corta que la longitud de la nube.
Perelmán, concluía su pequeño cálculo con el siguiente comentario: “Si las nubes son de dimensiones considerables, semejante diferencia no tiene mucha importancia, de modo que las sombras perfiladas en el suelo no se distinguirán mucho de sus «prototipos». Por consiguiente, podemos considerar que sus dimensiones son iguales, aunque comúnmente se piensa que la sombra es más grande que la nube que la proyecta. Este hecho permite estimar fácilmente las dimensiones longitudinales y transversales de las nubes.”
© José Miguel Viñas
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