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Heladas negras


Heladas negras


Las heladas se producen cuando la temperatura del aire desciende por debajo de 0 ºC. Las más severas son aquellas en las que, aparte de registrarse temperaturas muy bajas –del orden de -10 ºC ó menos– el contenido de humedad del aire es también bajo, lo que suele acontecer, sobre todo, cuando llegan masas de aire polar continental, procedentes del corazón de Siberia, extremadamente frío y seco. En tales casos, tienen lugar las temidas heladas negras y sus efectos nocivos para la agricultura.

Si el contenido de humedad del aire es medio-alto, el enfriamiento que tiene lugar las noches encalmadas de cielos despejados (lo que permite que escape eficazmente el calor terrestre hacia arriba por irradiación), logra saturar el aire junto al suelo, formándose gotitas de rocío sobre las hojas de las plantas y cualquier otro objeto que se precie. En invierno, con temperaturas negativas, se forma directamente escarcha sobre los distintos elementos de la vegetación, lo que identificamos también como una helada blanca.

A diferencia de las negras, las heladas blancas suelen ser benignas, ya que al formarse esos pequeños cristalitos de hielo, se libera en el entorno de los lugares donde se deposita la escarcha una respetable cantidad de calor que hace que el enfriamiento neto del aire sea menor. De esta manera, los tejidos vegetales y los fluidos internos de las plantas no llegan a congelarse por completo, manteniéndose vivos.

Una suerte bien distinta corren esos mismos elementos vegetales cuando la helada es negra, ya que en este caso no hay vapor de agua suficiente en el aire como para formarse la escarcha, y el aire seco a muy baja temperatura quema literalmente las hojas de las plantas y a las yemas y brotes, al congelar de forma súbita sus fluidos vitales (la savia), ennegreciéndose de manera parecida a la nariz o alguno de los dedos de un montañero o explorador polar cuando se expone más de la cuenta al frío extremo. Las heladas negras acostumbran a ser “heladas de advección” en vez de las más comunes de irradiación (enfriamiento nocturno) o de evaporación, al ser precisamente provocadas por una advección –desplazamiento horizontal- de una masa de aire muy fría.

© José Miguel Viñas

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