El granizo es una de las manifestaciones más claras del poderío de las tormentas, la carta de presentación de una tormenta severa y la “lotería del infierno” (en palabras del meteorólogo Lorenzo García de Pedraza) para el agricultor, ya que somos aún incapaces de prever con la suficiente antelación las zonas concretas que se verán afectadas. Aunque no todas las tormentas dan lugar a granizadas, en el interior de todas ellas siempre hay granizos danzando alocadamente.
En la parte alta de los cumulonimbos, a temperaturas inferiores a
El continuo zarandeo al que se ven sometidos los granizos en la parte alta de un cumulonimbo, da lugar a numerosos choques entre ellos y también con gotas de agua subfundida, al márgen de las continuas subidas y bajadas que experimentan como consecuencia de las fuertes corrientes de aire –ascendentes y descendentes– que coexisten en la célula tormentosa. El resultado de todo esto es el crecimiento de los granizos por acumulación de sucesivas capas de hielo, cada una de ellas con sus propias características. Si seccionamos por la mitad un granizo, nos recordará mucho a las capas de una cebolla.
Cuanto mayor sea la inestabilidad atmosférica, más virulentas serán las tormentas y mayor el tamaño de los granizos, ya que las vigorosas corrientes ascendentes del interior de los cumulonimbos serán capaces de soportar piedras de hielo de tamaño considerable, antes de que éstas inicien su caída libre e impacten contra la superficie terrestre. En las tormentas severas, los choques entre granizos son tan violentos que a menudo se solapan varios de ellos y precipitan conglomerados de hielo amorfos o directamente formas aplastadas de granizo que muestran la estructura en capas de cebolla antes referida.
Los granizos presentan una gran variedad de tamaños, pudiendo oscilar sus diámetros entre los 5 y los
© José Miguel Viñas
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