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Gloria en el cielo


Gloria en el cielo


Si Vd. es de los que cuando viaja en avión prefiere hacerlo en ventanilla que en pasillo, no le resultará excesivamente difícil observar en algún vuelo un fenómeno óptico consistente en un anillo –simple o doble– con los colores del arco iris rodeando la sombra que el avión vaya dejando sobre una capa de nubes situada por debajo del nivel de vuelo. Tendrá, eso sí, que estar sentado en el lado adecuado del avión para poder ver una gloria en el cielo.

La gloria –así se llama dicho fenómeno– guarda cierta similitud con el arco iris, aunque su origen es algo distinto y también su tamaño angular, ya que es mucho más pequeño. El aspecto de una gloria es el de una aureola brillante, formada por una serie de anillos concéntricos, donde aparecen los 7 colores del espectro visible de la luz solar. Para lograr verla, el sol tiene que estar situado algo por encima del plano del avión e incidir por el lado contrario al nuestro. Aparte de esto, tiene que ser un día en el que haya muchas nubes bajas y medias, de manera que el avión vuele por encima de ellas y que en un momento dado proyecte su sombra sobre ese edredón nuboso. De ocurrir esto, tendremos bastantes posibilidades de ver una gloria rodeando la sombra del avión.

La gloria es el resultado de una dispersión hacia atrás; hacia la fuente luminosa –en nuestro caso el sol–, de la luz que previamente incidió sobre los topes de las nubes, que como sabemos están constituidas por minúsculas gotitas de agua de tamaño uniforme. El diámetro angular de los anillos irisados varía inversamente con el diámetro de las gotitas que los producen, siendo mayor la gloria cuanto más pequeñas sean las gotitas.

Si en el arco iris era la refracción de la luz, al atravesar las gotas de lluvia, una de las principales causas de su formación, en este caso, aunque también existe refracción, es la reflexión, y sobre todo la difracción de la luz, la que da como resultado la formación de esos anillos irisados. Los fenómenos de interferencia que tienen lugar al difractarse la luz en torno a los bordes del objeto que produce la sombra, son los responsables de que aparezcan franjas luminosas separadas, rodeando todas ellas el punto antisolar. Profundizar más en este asunto requeriría abandonar la óptica geométrica y entrar de lleno en la óptica física, lo que escapa de los objetivos de un texto divulgativo como éste.

La primera descripción de una gloria se la debemos a un español, concretamente al marino Antonio de Ulloa (1716-1795), quien en 1735 participó en una expedición hispano-francesa al por entonces Virreinato del Perú, que tenía como misión medir un grado de meridiano terrestre en las cercanías de Quito. El científico principal de esa misión era el francés Pierre Bouguer (1698-1758), quien junto a Ulloa describió la gloria como “una especie de arco iris formado por la niebla”. En honor a nuestro compatriota, la gloria recibe el nombre de corona de Ulloa o anillos de Ulloa, incluso también se refieren a ella como halo de Ulloa, aunque el halo es un fenómeno óptico diferente. Lo que sí que existen son algunas variantes de las glorias, entre las que tendríamos el conocido como espectro de Brocken o la Heiligenschein, que es una palabra alemana que traduciríamos como brillo celeste o, literalmente, “luz santa”.


© José Miguel Viñas

Permitida la reproducción total o parcial de este texto, con la única condición de que figure el nombre del autor y la fuente: www.divulgameteo.es




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