Juan Alberto Molina García
Éndoxa: Series Fílosóficas, nº 19 (2005); pp. 191-223
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Navegación aerostática y experiencia científica se nutrieron mutuamente desde la aparición del primer globo, a finales del siglo XVIII. La aerostación surgió gracias al concurso de varias ciencias ya consolidadas y a los novedosos avances en química neumática; recíprocamente, la invención del globo aerostático fue un factor que contribuyó de forma decisiva al desarrollo de las investigaciones sobre la atmósfera terrestre y la composición química del aire. El papel de los instrumentos científicos en la medición de variables atmosféricas, análisis de muestras de aire o estudio del magnetismo terrestre, era primordial. Al comenzar los vuelos tripulados se pudieron confirmar o mejorar determinadas teorías ya existentes y refutar otras. Los estudios realizados requerían de un utillaje científico fiable y especializado, buena parte del cual ya gozaba de amplia aceptación entre los investigadores, así como de un alto grado de perfeccionamiento; por otra parte, la aparición de ciertas disciplinas experimentales, como