El punto de rocío es una variable meteorológica de enorme interés, ya que nos suministra una información muy valiosa sobre las características que presenta el aire en un momento dado y su evolución futura. Podemos definirlo como la temperatura a la que hay que enfriar un determinado volumen de aire para que se alcance el nivel de saturación del vapor de agua contenido en él. A partir de ese momento, se formarán gotitas en el seno de la atmósfera.
La aparición de nubes en el cielo o de una niebla a ras de suelo es una consecuencia directa de ese cambio de estado del agua atmosférica. El aire, incluso el que identificamos como un aire seco, contiene siempre una cierta cantidad de vapor de agua. Se trata de un componente más de la mezcla de gases que forman la atmosfera. La capacidad del aire para contener agua en fase gaseosa depende de su temperatura. A mayor temperatura, mayor cantidad de vapor es capaz de contener, y viceversa, siendo el punto de rocío la temperatura crítica a partir de la cuál el aire no es capaz de contener más vapor de agua, formándose espontáneamente gotitas.
Podemos alcanzar las condiciones de saturación a través de dos vías diferentes o mediante distintas combinaciones entre ellas. La primera vía sería bajar la temperatura del aire –a presión constante, se entiende– y la segunda aumentar su contenido de vapor de agua. Si pensamos en una habitación herméticamente cerrada con aire atrapado en su interior, para que dentro del recinto se formara una niebla, podríamos enfriar el aire hasta que su temperatura alcanzase el punto de rocío o, a temperatura constante, podríamos inyectar vapor de agua hasta lograr la saturación.
De forma cotidiana, se producen a nuestro alrededor infinidad de condensaciones debidas a este par de mecanismos. Las gotitas que aparecen, principalmente en verano, alrededor de los vasos en los que nos sirven los refrescos, lo mismo que las que empañan, en las épocas de más frío, los cristales de nuestras casas o del interior de nuestro coche, son el resultado de la condensación del vapor de agua presente en el aire, al entrar en contacto con esas superficies frías.
La temperatura del punto de rocío (Td) puede calcularse a partir de los datos de temperatura (T) y de la humedad relativa del aire (h). Dicho valor nos ayuda a saber si estamos lejos o cerca de las condiciones de saturación (h=100%), lo que a nivel de la superficie terrestre conlleva la formación de nieblas (T=Td). Cuando al caer la noche ambas temperaturas están próximas, podemos estar razonablemente seguros de que se formara niebla a lo largo de la madrugada, debido al previsible enfriamiento nocturno.
© José Miguel Viñas
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