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El ojo del huracán


El ojo del huracán


En nuestras conversaciones cotidianas, decimos que una persona está en el ojo del huracán cuando gira en torno a ella una polémica, debate o situación conflictiva. En los ciclones tropicales, el ojo es la zona de relativa calma y cielos poco nubosos o despejados, en torno a la cuál giran las nubes que conforman la gigantesca estructura ciclónica. Este singular y llamativo orificio es una de las principales señas de identidad de los  peligrosos huracanes.

Aunque aludimos al ojo del huracán, en realidad aparece también en los tifones que se forman en la franja tropical del Pacífico Occidental, y en los ciclones del Océano Indico. De forma aproximadamente circular, la causa por la que se forma esta especie de ojo de buey en la capa nubosa, reside en los descensos de aire que tienen lugar justamente en la parte central del ciclón tropical, donde se localiza el mínimo de presión atmosférica.

El diámetro típico del ojo es de unos 40 kilómetros, aunque existe un amplio rango de tamaños; desde ojos que han llegado a superar los 300 kilómetros de diámetro, hasta los llamados “ojos de alfiler”, de escasos kilómetros, que se forman en ocasiones cuando la intensificación del sistema tropical es muy rápida. En los diferentes estadios evolutivos, la forma del ojo varía, al variar la morfología de las paredes que lo rodean. No es raro ver cómo un ojo inicialmente circular se transforma en una elipse, y posteriormente degenera en una estructura amorfa, sin forma definida.

En las paredes del ojo es donde se dan las condiciones meteorológicas más extremas y por tanto donde tienen lugar los fenómenos más violentos. Allí es donde se alcanzan las rachas máximas de viento y donde llueve con mayor intensidad. La pared está constituida por un rosario de gigantescas tormentas que forman un anillo central conectado a través de una serie de corredores de viento con forma espiral con otros cinturones de tormentas más exteriores. Los cumulonimbos del anillo interior alcanzan alturas superiores a los 16 kilómetros de altura y se autoalimentan constantemente.

Las zonas atravesadas por las paredes del ojo son las que sufren los mayores daños –en su mayoría catastróficos–, de ahí la importancia que tiene prever bien la trayectoria que vaya tomando el ciclón tropical, y en concreto saber predecir con la mayor exactitud y antelación posibles las zonas por donde el ojo tocará tierra, tras su recorrido marino. En el caso concreto de los huracanes que afectan a la cuenca del Atlántico, el Centro Nacional de Huracanes (NHC), con sede en Miami (Florida), tiene a su disposición un escuadrón de 10 aviones de transporte de carga, equipados con un completo instrumental meteorológico. Se trata del Escuadrón 53 de la Reserva de la Fuerza Aérea de los EEUU.

Cuando un huracán se acerca al área caribeña y Golfo de México, varios “cazahuracanes” (Hurricane Hunters) salen a su encuentro, con la arriesgada misión de tomar medidas in situ en las paredes del ojo y en su interior. Los aviones vuelan a unos 3.000 metros de altitud y atraviesan en varias pasadas (formando una especie de aspa) el interior del huracán, tomando datos muy valiosos que se transmiten en tiempo real al NHC, lo que permite a los predictores analizarlo con detalle y a los modelos numéricos predecir su evolución para las próximas horas.


© José Miguel Viñas

Permitida la reproducción total o parcial de este texto, con la única condición de que figure el nombre del autor y la fuente: www.divulgameteo.es




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