Los mapas de isobaras son uno de los elementos más populares de la Meteorología e indiscutible icono de las ciencias atmosféricas. A ello ha contribuido su aparición regular en los espacios del tiempo de TV, desde aquellos primeros mapas dibujados a tiza sobre una pizarra por el meteorólogo de turno –en la década de 1950–, hasta las modernas animaciones gráficas de ordenador, donde el tradicional mapa isobárico ha perdido el protagonismo de antaño.
Para explicar, someramente, algunas de las particularidades de estos mapas, he rescatado un mapa clásico (puedes pinchar en él para verlo ampliado), con tintes nostálgicos, del difunto Boletín Meteorológico Diario al que estuve suscrito entre los años 1998 y 2002. Se trata de un mapa de análisis (condiciones observadas) dibujado a mano, del 18 de septiembre de 2000 a las 12 z.
Un mapa de isobaras es una representación gráfica del campo de presión atmosférica al nivel medio del mar. Tal y como podemos observar en la figura, las isobaras (líneas de igual presión) están trazadas de 4 en 4 hectopascales (equivalentes a milibares). Algunos Servicios Meteorológicos Nacionales, como el alemán, las trazan de 5 en 5. Aparte de las isobaras, en el mapa aparecen dibujados los frentes y los centros de baja y alta presión (borrascas y anticiclones).
Trazar los frentes correctamente, de manera fidedigna, no es una tarea fácil y se requieren para ello unas buenas dotes de experiencia y el análisis de varios campos meteorológicos adicionales a diferentes niveles en la atmósfera. Respecto al trazado de las isobaras, dichas líneas son el resultado de una interpolación de centenares de datos de
presión reducida al nivel del mar.
Si lo que queremos es representar la distribución espacial de la presión en superficie, dado que cada observatorio tiene una elevación diferente, distinta de cero, se hace necesario “reducir” el valor de la presión de manera tal que obtengamos un valor de presión equivalente a la que habría en cada uno de los observatorios que aportan datos si estuvieran situados justamente al nivel medio del mar (elevación cero).
Para efectuar dicho cálculo, se considera que por cada
8 metros que nos elevamos en la atmósfera la presión disminuye un hectopascal. Aparte de esto, dado que la temperatura del aire influye también en la presión observada, se aplica una corrección que tiene en cuenta la temperatura medida en el momento en que el barómetro registró la presión.
© José Miguel Viñas
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