La blancura inmaculada de la nieve tiene su origen en la porosidad de la misma, al formar sobre el suelo un esponjoso manto, constituido por una mezcla muy homogénea de copos –amalgama de cristalitos– de nieve y huecos de aire, que en conjunto reflejan hasta el 90% de la luz solar incidente. La nieve también es un buen aislante térmico y aporta al terreno agua en las dosis justas, lo que es garantía de buenas cosechas (“Año de nieves, año de bienes”).
La plasticidad de la nieve virgen queda patente en esta fotografía, tomada a contraluz la mañana del 23 de enero de 2006 en el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici (Lérida). Su autor, Ramón Baylina, es un experimentado fotógrafo de estampas invernales y magnífico retratista de las formas del hielo. Las suaves ondulaciones que presenta el manto nivoso son un fiel reflejo de las irregularidades del terreno que queda oculto bajo él.
Si a consecuencia de la superposición de varias capas de nieve, procedentes de distintas nevadas, el espesor del manto nivoso es grande, las capas más profundas, al tener que soportar el peso de las superiores, se comprimen bastante, lo que provoca un importante aumento de la densidad de la nieve y la formación de hielo bastante compacto. Con una capa de nieve superficial se consigue lo mismo –la formación de placas de hielo– al someterla a grandes presiones. Dicha circunstancia ocurre en invierno cuando nieva copiosamente sobre una carretera. Los vehículos al circular por ella van aplastando la nieve y se forman las peligrosas y traicioneras placas.
No resulta fácil establecer una relación exacta entre el espesor de la nieve y la cantidad equivalente de agua líquida. Aunque suele aceptarse que 1 centímetro de nieve recién caída equivale a 1 litro por metro cuadrado de agua líquida –equivalente a su vez a un milímetro-, un minucioso trabajo de campo llevado a cabo hace unos años en los EEUU, eleva hasta 1,3 dicha equivalencia. En cualquier caso, lo anterior hay que tomarlo como una estimación, ya que la variedad de la nieve es enorme, encontrándonos copos de formas y tamaños diferentes dependiendo de las nevadas, pudiendo precipitar desde nieve seca (densidad entre 0,05 y 0,1 g/cm3) hasta nieve húmeda (densidad mayor de 0,2 g/cm3).
© José Miguel Viñas
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