Tan importante como conocer en un momento dado cuál es la presión atmosférica, es conocer la evolución temporal de dicha variable meteorológica. Para medir con precisión la presión ejercida por el aire, disponemos en los observatorios de los tradicionales barómetros de mercurio, basados en el mismo principio que el inventado por Torricelli en 1643. Para saber cuál es la “tendencia barométrica” se necesita un instrumento algo más sofisticado.
Dicho aparato es el barógrafo y nos proporciona un registro continuo de la presión atmosférica, cuyos valores va midiendo un barómetro que lleva incorporado, pero de tipo aneroide. En este caso, la medida no se obtiene como consecuencia del movimiento basculante de una columna de mercurio, sino de los pequeños aplastamientos y expansiones que, a merced de la mayor o menor presión atmosférica, sufren una serie de cápsulas metálicas, de paredes delgadas, dispuestas en batería, en cuyo interior se ha hecho el vacío. Para evitar que la presión aplaste completamente dichas cápsulas de Vidi –así se conocen–, llevan incorporadas un resorte que compensa las subidas o bajadas que sufre la presión, transmitiéndose dichas oscilaciones a una pequeña pieza metálica que culmina en una plumilla.
La plumilla está apoyada lateralmente sobre un tambor rotatorio sobre el que se coloca un papel graduado, de manera que va trazándose sobre él la correspondiente gráfica de la presión atmosférica, observándose con nitidez los cambios continuos a los que se ve sometida la variable. Incluso en situaciones de calma atmosférica, lo que en Meteorología se conoce como “pantano barométrico”, la presión sufre pequeñas variaciones (“marea barométrica”), apareciendo en la gráfica pequeños dientes de sierra. El registro es especialmente útil cuando se van perfilando sobre el papel marcadas tendencias positivas o negativas de presión, relacionadas inequívocamente con inminentes cambios de tiempo. A veces esos cambios son bruscos, como cuando se desencadena una tormenta, en cuyo caso aparecen en la gráfica grandes dientes de sierra.
Mediante el barógrafo podemos “construir” una nueva variable de interés meteorológico. Nos referíamos a ella al comienza del artículo. Se trata de la “tendencia barométrica”, que puede definirse como la variación de la presión en un intervalo de 3 horas. De cara a la predicción local del tiempo resulta especialmente útil conocer esa variable, ya que permite, por ejemplo, conocer de primera mano la evolución que va tomando un frente al avanzar, o saber si una borrasca se está profundizando más o menos con respecto a lo que prevén los modelos numéricos. Los predictores trazan mapas en los que unen puntos de igual tendencia de presión. Las líneas resultantes reciben el nombre de isalobaras, que no debemos confundir con las populares isobaras.
© José Miguel Viñas
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