El arco iris es uno de los fenómenos más espectaculares que nos brinda la atmósfera. Su presencia en el cielo siempre llama nuestra atención y a nadie deja indiferente. Cualquiera puede deducir –por su propia experiencia– que para que aparezca un arco iris debe llover y lucir el sol simultáneamente, pero es mucho menos intuitiva la deducción de los procesos que dan lugar a la aparición del arco iris, con su característica forma semicircular y demás particularidades.
Si vemos un semicírculo –total o parcial– es debido a la simetría esférica de las gotas de lluvia. Cuanto mayor sea el tamaño de esas gotas, más brillantes veremos los colores del arco iris, de ahí la espectacularidad que cobra el fenómeno cuando lo que acontecen a nuestro alrededor son tormentas que dejan fuertes aguaceros.
No resulta fácil explicar el arco iris en términos sencillos. El meteorólogo Mariano Medina, con su habitual maestría, nos ofreció una buena descripción del fenómeno en la enciclopedia Universitas (tomo VI), publicada por Salvat en el año 1971. Decía lo siguiente el bueno de D. Mariano:
“El arco iris se forma cuando la luz del Sol o de la Luna incide sobre una cortina de gotas de agua (lluvia, llovizna, ducha o gotitas de niebla) que estén cayendo para que sean esféricas. Son frecuentes dos, y a veces, tres arcos. Se trata de un fenómeno de refracción y reflexión combinado en gotas esféricas, descomponiéndose la luz en los siete colores del espectro por la refracción. Desde el suelo, el arco iris se ve a lo sumo como una semicircunferencia apoyada en tierra. Desde un avión se pueden ver sectores más grandes, e incluso, en condiciones muy especiales, la circunferencia entera. El ojo sólo puede recibir los rayos coloreados que vengan de una dirección; así, todas las gotas que estén en la dirección que formen 42º con la de la recta que va del Sol a la cabeza del observador, se verán rojas; las que estén en direcciones más inclinadas se verán anaranjadas, amarillas, etc; las de mayor inclinación que los rayos violeta o de menor que los rojos, no se verán. Según esto, cada observador ve un arco iris diferente, cuyo centro está en la intersección con la cortina de lluvia, de la recta Sol-cabeza. Hay, pues, que concluir que el arco iris no existe realmente, es tan sólo una ilusión óptica.”
Lo que interceptan nuestros ojos –añado para concluir– sería un cono de luz procedente de las gotas. La sección transversal de un cono es una circunferencia, de manera que cada color del arco iris aparece en el cielo bajo un ángulo sólido diferente, concentrándose los siete colores en el círculo que delimita dicha circunferencia.
© José Miguel Viñas
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