Me confiesan un par de buenos amigos que trabajan en una conocida tienda de instrumentos meteorológicos y astronómicos, que el fraile del tiempo es uno de los artículos que más se vende. Podríamos referirnos a él como un instrumento atemporal, ya que lleva más de cien años comercializándose.
Lo primero que hay que comentar sobre él es que no se trata de un barómetro, como mucha gente cree, sino de un higrómetro. Por lo tanto, el aparatito lo que mide no es la presión atmosférica sino la humedad del aire. ¿Cómo lo hace? El mecanismo es bastante sencillo; en su interior lo único que hay son unos cuantos cabellos humanos –algunos modelos llevan cuerda de tripa–, libres de grasa y tensados, que varían ligeramente de longitud en función de cuál sea el contenido de vapor de agua del aire. Las pequeñas contracciones y dilataciones sufridas por los pelos se transmiten a la capucha y a la varita que tiene el fraile, indicando en cada caso lo que corresponda: seco, bueno, inseguro, etc. Como a menudo los cambios de humedad vienen acompañados de cambios de presión, el tipo de tiempo anunciado por el fraile, sería el mismo que podría deducirse de la tendencia de presión marcada por un barómetro.
Las personas que llevan el pelo largo, en su mayoría mujeres, saben por experiencia propia cómo se les riza el cabello y adquiere volumen cuando la humedad ambiental es elevada.
La efectividad del fraile a la hora de indicar un cambio atmosférico depende de en gran medida de lo bien ajustado que esté, para lo cuál es recomendable cada cierto tiempo calibrarlo con ayuda de un higrómetro convencional –uno digital nos valdría.
© José Miguel Viñas
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