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Aula abierta

Cielo verdoso


Cielo verdoso


Así de primeras, cualquiera que lea el título de esta nueva entrega de Aula Abierta, pensará que vamos a trasladarnos en esta ocasión a un planeta exótico, donde el cielo es verde, y quizás también los hombrecillos que lo habitan (marcianos invasores). Bromas aparte, la atmósfera se tiñe en ocasiones de colores un tanto alejados del azul celeste que, con el sol en lo alto, caracteriza al cielo raso. Uno de esos colores es el verde y a veces precede a la tormenta. 

El aspecto tenebroso que presenta el cielo en esos momentos, adquiere en ocasiones una tonalidad verdosa sobre cuyo origen se han venido especulando diferentes hipótesis. Existe, por ejemplo, la creencia popular, muy extendida entre los aficionados a la Meteorología, de que el color verde sólo aparece en tormentas especialmente virulentas (supercélulas o similar). Hay que saber que ni todas las tormentas severas presentan tonalidades verdosas, ni el color verde está asociado únicamente a ellas. 

Su origen también se relaciona con la existencia de abundante hielo, gotitas y vapor de agua en el interior de los cumulonimbos (nubes de tormenta), de manera que todo ese murallón nuboso provocaría una dispersión de la luz en diferente longitud de onda, con un corrimiento hacia el verde en detrimento de otras tonalidades más típicas. En la dispersión de la luz, pues, parece residir la clave del asunto, existiendo una relación entre los colores observados en el cielo y la distancia de la fuente emisora al observador.

La luz más brillante es la que recorre la distancia más corta a través de la atmósfera, por lo tanto, la que llega hasta el observador desde posiciones situadas por encima de su cabeza. Cuando está despejado, esa luz es azulada debido a que el azul y el violeta se dispersan mucho más que los demás colores del espectro visible solar (verde, amarillo, naranja y rojo). En función de la distancia a la que se sitúen las parcelas de aire de las que emana la luz difusa que llega hasta nuestros ojos, dicha luz tendrá una riqueza mayor o menor de determinados colores (longitudes de onda).

La luz dispersada a distancias del observador del orden de los 30 kilómetros, es más rica en la longitud de onda del color verde que la dispersada a mayores distancias (colores amarillo, naranja y rojo). En consecuencia, el cielo cercano a la salida o la puesta de sol adquiere las tonalidades anaranjadas y rojizas, ya que la luz difusa más brillante procede de un aire situado a una mayor distancia del observador. El color verde se ve mucho menos a menudo que los colores amarillo, naranja y rojo simplemente porque no es frecuente que la cubierta de nubes se extienda a la distancia exacta requerida (los 30 kilómetros).


© José Miguel Viñas

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