La presencia en el cielo de estas pequeñas nubes redondeadas ha sido tradicionalmente considerada por la gente del campo como un indicador de cambio de tiempo. La experiencia demuestra que los pastores no andan desencaminados en sus vaticinios, si bien no podemos establecer una regla infalible de predicción basada en la observación de este tipo de nube. Lo que parece bastante acertado es identificar a estas bolitas como rebaños de ovejas o de borregos.
Seguramente, fueron esos mismos pastores los que acuñaron el término cielo aborregado o borreguero. Los altocúmulos son probablemente el género nuboso que presenta una mayor variedad de formas y aspectos entre sus distintas especies. Una de ellas, en forma de copos (altocumulus floccus), es la que aparece en esta fotografía que tomé en Luarca (Asturias), el 20 de agosto de 2008. Su aspecto cumuliforme, aunque de escaso desarrollo, apunta la existencia de cierto grado de inestabilidad en los niveles medios de la troposfera, entre los 2 y los
Cuando estas nubes aparecen aisladas, formando pequeños grupos, podemos esperar “buen tiempo” (ausencia de lluvias), mientras que si aumentan progresivamente de tamaño y se entremezclan con altoestratos, no dejando ver el color azul del cielo entre ellas, entonces cabe esperar un cambio de tiempo y la llegada a corto plazo de la lluvia (“cielo aborregado, suelo mojado”, “cielo de lanas, si no llueve hoy lloverá mañana”).
En este último caso, la formación de estas nubes tiene lugar por el deslizamiento de una masa de aire cálido y húmedo sobre una de aire más frío pegada al suelo (esquema clásico del frente cálido), en presencia de la pequeña inestabilidad atmosférica que comentábamos.
A contraluz, los altocúmulos adquieren un aspecto engañoso de cielo amenazante. Su tonalidad gris oscura nos sirve para distinguirlos de los cirrocúmulos, ya que a veces no resulta del todo fácil, salvo para un observador experimentado, diferenciar entre una capa de nubes altas y otra de medias. La presencia de una elevada concentración de gotitas de agua, en el caso de los altocúmulos, se convierte en el principal elemento diferenciador entre ambas familias.
© José Miguel Viñas
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