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Cerco de luna, lluvia segura


Cerco de luna, lluvia segura


No suelen equivocarse los pastores ni la gente de los pueblos cuando ponen en su boca este dicho popular o alguna de sus múltiples variantes. La presencia en el cielo de nubes altas del género cirrostratus suele dar lugar a la aparición de un anillo luminoso (halo) en torno al sol o a la luna, dependiendo de que sea de día o de noche. El halo tiene su origen en la refracción que sufre la luz procedente del astro, al atravesar los minúsculos prismas hexagonales de hielo que contienen esas nubes.

Los rayos luminosos procedentes de la luna son desviados de su trayectoria original un ángulo de 22º al encontrarse en su camino con los cirroestratos. Todos los cristalitos de hielo que los componen se orientan de manera parecida, enfrentando la misma cara a la luz de la luna. Al alcanzar un rayo de luz de procedencia lunar un cristal de hielo, sufre en primer lugar una refracción, atraviesa el interior del cristal, y escapa de nuevo hacia fuera, desviándose esos 22º con respecto a la dirección de incidencia original. El resultado final es el anillo blanquecino que rodea al astro, aunque a veces puede distinguirse en él alguno de los colores del arco iris.

Ocasionalmente, aparte del halo de 22º aparece otro menos luminoso de mayor radio (46º), debido a que bajo determinadas orientaciones de los cristalitos de hielo, aumenta el ángulo de refracción. Los halos lunares son más frecuentes en invierno que en verano y en latitudes altas que en bajas, ya que la presencia de nubes de hielo siempre va ligada al aire frío. Puede haber entradas frías en verano y en la Península Ibérica, pero son la excepción a la regla.

Tal y como comentábamos en la introducción de este pequeño artículo, los halos son usados desde antaño por la gente del campo para pronosticar cambios de tiempo, lo que tiene bastante fundamento, ya que los cirroestratos anuncian a menudo la llegada de un frente cálido. Las nubes que preceden a estos frentes siguen siempre la misma secuencia. La primera avanzadilla nubosa estaría formada por los cirros y su característico aspecto deshilachado; tras ellos, y en un nivel de atmósfera ligeramente inferior, vendrían los cirroestratos, responsables de velar el cielo y volverlo blanquecino. Cuando estas nubes pasan sobre nuestras cabezas, la distancia a la que se sitúa la parte delantera del frente –donde se producen las lluvias– es del orden de 800 kilómetros. En la zona de precipitación las nubes son en su mayoría nimboestratos.

Dependiendo de las estaciones del año, las borrascas y los sistemas frontales asociados cruzan a mayor o menor velocidad nuestro ámbito geográfico. Lo normal es que lo hagan más rápido en invierno y más despacio en verano y otoño. La aparición del halo (presencia de cirroestratos en el cielo) en invierno suele acontecer 24 horas antes que la lluvia, mientras que en primavera-verano llovería 36 horas después de la observación del fenómeno óptico; es decir, que si la madrugada de un lunes 25 de mayo ve Vd. un cerco rodeando la luna, lo más probable es que el martes hacia el mediodía empiece a llover. El que lo haga de forma tímida o copiosa dependerá de la naturaleza de las masas de aire que separe el frente.


© José Miguel Viñas

Permitida la reproducción total o parcial de este texto, con la única condición de que figure el nombre del autor y la fuente: www.divulgameteo.es




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