La formación nubosa que aparece en la fotografía, en forma de banda estrecha y alargada, con pequeñas protuberancias bien separadas en su parte superior, cuyo aspecto nos recuerda a las almenas de un castillo, es un altocumulus castellanus, y debe su nombre, precisamente, a la presencia de dicho elemento ornamental. En algunos textos de formación aeronáutica se denomina a dicha variedad nubosa castellatus en lugar de castellanus, lo que es incorrecto.
Podemos calificar a dicha nube de infalible, ya que su presencia en el cielo siempre augura actividad tormentosa, resultando especialmente útil su observación a primeras horas del día, cuando despunta el alba. La formación en línea de esos pequeños torreones nubosos es el principal rasgo indicador de esta nube, cuya aparición por la mañana, como decíamos, garantiza el desarrollo de tormentas a lo largo del día, debido a la presencia de aire frío en las capas medias de la atmósfera.
Pensemos que si a esas primeras horas, con la fresca, existen ya mecanismos en la atmósfera capaces de hacer crecer esas almenas, a medida que avance el día y se caliente el suelo, irá aumentando aún más la inestabilidad atmosférica, en un proceso que culminará con el crecimiento de grandes cúmulos y las posteriores tormentas.
El meteorólogo José María Jansá describió al altocúmulo como una nube que “cuando se presenta en toda su pureza, en su forma más típica, es sumamente característica y fácil de reconocer (...) Unas veces parece que se trata originariamente de una masa única que se ha agrietado en fragmentos regulares; otras, por el contrario, parece que elementos nacidos independientemente han llegado accidentalmente al contacto, condicionando desde ese momento su mutuo desarrollo y dando por resultado la forma poligonal de sus bordes (…) Entre ambos casos extremos se dan todos los casos intermedios.”
© José Miguel Viñas
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