Cuando nos resguardamos de la lluvia y observamos detenidamente lo que ocurre a nuestro alrededor, una de las cosas que más llama nuestra atención son las pequeñas burbujas que aparecen en los charcos. Existe la creencia popular –avalada por la experiencia– de que mientras haya gorgoritos no escampará, y sólo empezará a hacerlo cuando éstos desaparezcan. Es interesante profundizar un poco en las causas que dan lugar a la formación de esas burbujas.
La clave del asunto reside en el aire que atrapan las gotas de lluvia en su caída y que termina incorporándose al agua de los charcos que se forman en el suelo. El aire está constituido por una mezcla de gases, formada mayoritariamente por nitrógeno (78%) y oxígeno (21%). Las gotas de lluvia están constituidas por agua fría (temperatura cercana a los
Llegados a este punto, tenemos que echar mano de las leyes de
El suelo, al encontrarse a mayor temperatura que el interior de las nubes –donde se forman las gotas–, calienta por contacto el agua de la lluvia que se deposita sobre él, de manera que se van formando charcos de agua más caliente que las gotas que impactan sobre ellos. Esto provoca una liberación de los gases disueltos en las gotas, con la consiguiente aparición de las burbujas. La creencia popular tiene fundamento, ya que si observamos muchos gorgoritos, el agua de las gotas de lluvia estará bastante más fría que la de los charcos, lo que implica que los mecanismos de formación de la precipitación son muy eficientes.
La formación de burbujas ocurre también de forma espontánea en un vaso de agua tomada de un grifo. El agua sale del grifo a una temperatura inferior a la ambiental. Si una vez lleno el vaso, dejamos que pase el tiempo, a medida que el agua se va calentando –en su intento por equilibrarse con la temperatura del aire que lo rodea–, aparecen las pequeñas burbujas. Esto no ocurre si el vaso de agua lo metemos en la nevera, ya que dentro de ella la temperatura es similar a la que tenía el agua en origen, manteniéndose el aire disuelto en el líquido elemento.
© José Miguel Viñas
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