Los glaciares, con sus lentos pero inexorables movimientos, son una de las manifestaciones más claras de las fuerzas de
Se trata de una brisa heladora que recorre permanentemente la lengua del glaciar en sentido descendente, como si de una cinta transportadora se tratase. Dicho vientecillo se encarga de desalojar constantemente aire frío por la parte delantera del glaciar. Si alguna vez tiene ocasión de ver de cerca un glaciar de los grandes, como el Perito Moreno (uno de los más visitados del mundo, debido a la espectacularidad con la que se desprenden de su parte delantera gigantescos bloques de hielo, cayendo al agua con gran estruendo, para regocijo de los presentes), al situarse frente a la pared de hielo delantera notará sobre su cuerpo dicha brisa glacial.
A diferencia de lo que ocurre con las brisas de valle y de montaña, o con las que aparecen en las costas –que siguen un ciclo día-noche, invirtiéndose el sentido en el que soplan un par de veces al día–, en el caso de la brisa de glaciar se trata de un viento catabático (hacia abajo) permanente que percibiremos siempre y cuando no sople en la zona un viento significativo a escala sinóptica, en cuyo caso es el que pasará a dominar la escena meteorológica. En ausencia de viento, es la brisa del glaciar la que cobra protagonismo, adquiriendo cierta notoriedad al verse favorecida por la fuerza de la gravedad.
En los últimos años los glaciares se han convertido en todo un icono de los efectos perniciosos del cambio climático, ya que los científicos han comprobado que son muy sensibles a las variaciones climáticas, lo que se traduce en cambios importantes en su masa, volumen y longitud. Si bien los glaciares en su conjunto son uno de los indicadores más fiables del calentamiento global, debemos de ser cuidadosos y tener en cuenta que el retroceso que ha experimentado la mayoría en los últimos años no obedece únicamente a un aumento de la temperatura y/o a una menor acumulación de nieve. En algunos casos (como ocurre, por ejemplo, con los glaciares antárticos) los cambios en la masa glaciar se deben más a las complejas dinámicas internas del hielo que a variaciones en el clima.
© José Miguel Viñas
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