La formación de bolas de nieve no obedece únicamente al impulso que sentimos las personas cuando cae una buena nevada, lo que nos lleva a apelmazar unos cuantos puñados de nieve, a moldear con ella una bola y a tirársela al primero que se nos pone a tiro. En contadas ocasiones, las bolas de nieve pueden formarse de manera natural, sin que intervenga la mano del hombre, lo que constituye una rareza digna de estudio, a la que dedicaremos unas cuantas líneas en este Aula Abierta.
La fotografía que acompaña este texto fue tomada a principios del mes de febrero de 2011 en una playa del lago Michigan, en EEUU. Centenares, sino miles, de bolas de nieve como las que aparecen en la imagen –muchas de ellas del tamaño de un balón de fútbol– aparecieron jalonando la orilla del lago, en una estampa ciertamente espectacular. Por aquellas fechas, se abatió sobre Norteamérica uno de los temporales invernales más duros de los últimos años, lo que llegó a paralizar gran parte del tráfico aéreo en territorio estadounidense. Aquellos gélidos días, los temibles blizzards (tormentas de nieve) y las fuertes ráfagas de viento incidieron de lleno en la región de los Grandes Lagos, agitando extraordinariamente las aguas superficiales del lago Michigan, donde se generó un importante oleaje.
El fenómeno, aunque raro, está documentado en las playas de algunos mares y lagos de latitudes altas del Hemisferio Norte. Los pescadores de la isla canadiense del Cabo Bretón se refieren a él como “lolly”. La explicación más plausible acerca de la formación de esas bolas, sugiere la acción combinada del viento y las olas, bajo unas condiciones ambientales muy particulares, en las que la temperatura del aire y del agua se mueven en unos estrechos márgenes. Necesariamente, las condiciones han de ser restrictivas, pues de no ser así, se formarían bolas de nieve con relativa frecuencia.
Tras haber nevado en la zona, sobre esa playa del lago Michigan quedó depositada una capa de nieve de algo más de un palmo de espesor (tal y como se aprecia en la fotografía). En la orilla, las olas, ayudadas por el viento, comenzaron a hacer rodar de forma sucesiva, hacia delante y hacia atrás, bloques fracturados de nieve allí amontonados. La formación de las bolas obedecería a un proceso similar a la acción erosiva del agua sobre las rocas, lo que, como sabemos, da como resultado los cantos rodados. La diferencia estriba en las escalas de tiempo, muchísimo mayores en el caso de la piedra que en el de la nieve.
La formación de las bolas sólo es posible si la nieve depositada sobre la playa es blanda, lo que exige que haga frío, pero sin alcanzarse unas temperaturas excesivamente bajas, ya que, en tal caso, se formaría una costra de hielo muy endurecida, difícil de moldear. Por otro lado, la temperatura del agua del lago debe situarse muy próxima a los
© José Miguel Viñas
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